The Túzaro

Pequeños placeres de la vida

Posted in Uncategorized by thetuzaro on 6 julio 2014

Corte de mangas baño

¿Merece la pena estudiar?

Posted in Éste y sus cosas, Éste y sus teorías, Columnas, Uncategorized by thetuzaro on 14 enero 2012

Es lugar común entre los españoles que tenemos estudios superiores, sobre todo durante los años en los que se hinchaba la burbuja inmobiliaria, quejarnos de que tener estudios en España no te favorece, o incluso te penaliza, a la hora de encontrar trabajo. Que mejor nos iría si no hubierámos terminado la carrera, no mencionemos ya hacer una tesis doctoral, y nos hubiéramos puesto a currar en otra cosa. Que estábamos o bien sin cobrar un duro, o bien con becas mierderas mientras conocidos que no habían estudiado se paseaban en sus cochazos.

Figura 1. ¿Es la cosa tan así, en realidad?

Relacionado con todo esto, hace unos meses circulaba por la red la foto que podéis ver en la Figura 1, tomada en alguna de las manifestaciones relacionadas con lo que se ha venido a llamar Movimiento 15M. Como veis, el mensaje es también pesimista con respecto a la situación de la gente que estudia una carrera en la universidad: si estudias te tendrás que ir, que aquí no hay lugar para ti. Por supuesto que los debates que se generaron en la red social tenían el mismo color.

Todo esto tenía cierto sentido en un país que aparentemente caminaba a golpe de turismo y ladrillo pero, ¿cuánto de cierto había en todas esas quejas? ¿Están justificados nuestros llantos? ¿Tan mala es la situación laboral de los graduados como para que nos pongamos así? Y lo que quizá sea lo más importante: ¿realmente queríamos que los niños y jóvenes de nuestro entorno captaran el mensaje de que estudiar es malo?

Hace poco tuve la oportunidad de hablar con un chaval que no estaba muy convencido de que estudiar más allá de lo obligatorio (como mucho) le fuera a servir para algo (la adolescencia es así, ya sabéis). Se me ocurrió echarle un vistazo a la página del Instituto Nacional de Estadística para ver cuál era la tasa de paro según el nivel de estudios de la gente en España y así tratar de convencerle de que estudiar era bueno desde el punto de vista de la inserción laboral. Los datos que encontré los podéis ver en la Figura 2.

Figura 2. Tasa de paro para los años 2005-2010 según el nivel de estudios alcanzado. Fuente: INE.

Como veis, para todo el mundo la cosa se empezó a poner bastante complicada en partir del 2008. Para todos los grupos, tanto los muy educados como los poco, la tasa de paro se multiplicó por un factor 2 ó 3 entre 2005 y 2010. Lo interesante, y lo que utilicé para tratar de convencer el chaval que os decía antes, es que durante todo ese periodo se ve cómo la tasa de paro es siempre mayor cuanto menor es el nivel de estudios. Así, para 2010, la tasa de paro entre la población analfabeta era del 45%, mientras que bajaba al 30% para personas que terminaron la educación primaria y seguía bajando hasta el 10% para gente que hubiera estudiado una carrera. Más aún: ¡la tasa de paro para los doctores era sólo del 3% durante 2010! Este orden se mantiene prácticamente inalterable en todo el periodo 2005-2010.

La conclusión, a la vista de estos datos, parece clara: en España, las probabilidades de estar parado son mayores cuanto menores son tus estudios. Que quede bien claro, niños que leéis esto: estudiad, porque cuando terminéis vuestros estudios será más probable que trabajéis (eso por no hablar de la importancia de tener un bagaje intelectual suficiente y del placer de descubrir cosas y todo eso tan intangible).

Pero, entonces, ¿es que los que estudiamos somo unos quejicas? ¿No teníamos motivos para quejarnos? ¿Somos unos niñatos llorones? Bueno… por una parte está claro que sí, a la vista de estos datos, aunque habría que hacer una serie de comentarios sobre ellos, y tomarlos con cierta cautela. Para empezar, con los datos que enseño más arriba no se puede sacar ninguna conclusión sobre qué pasa con los estudiantes hasta que llegan a esos niveles de educación. Por ejemplo, muchos estudiantes universitarios españoles no trabajan, o al menos no trabajan a tiempo completo. Durante ese tiempo no están ganando dinero, mientras que sus colegas sin estudios sí (aquellos que tengan trabajo, claro). Si encima el estudiante decide hacer una tesis doctoral, como mucho tendrá una beca de unos mil euros al mes, que sólo le contabilizará para el paro y para su jubilación durante los últimos dos de los cuatro años de duración de la misma. Es decir, que para cuando el estudiante llega al nivel de formación en el que, en plena crisis, sólo hay un 3% de paro, ha tenido que estar unos diez años ganando cero o muy poco dinero, y en condiciones precarias, claro.

Por otro lado, también hay que señalar que los datos de arriba tampoco dicen nada sobre qué tipo de trabajo están desempeñando los diferentes grupos, y si, de verdad, era necesario emplear tiempo, dinero (parte de él público, no olvidemos) y esfuerzo en esa educación que, posiblemente, no sea necesaria para su trabajo. Es decir, que el paro entre los doctores es bajo, pero igual una buena parte de ellos están haciendo un tabajo para el que no hace falta ser doctor. Lo mismo para los licenciados y para los demás grupos.

De hecho, ésta puede ser una manera de explicar, al menos en parte, el porqué de la tendencia de la tasa de paro a bajar según aumenta el nivel de estudios. Los doctores pueden hacer el trabajo para el que hace falta ser doctor, pero también el del licenciado, el del que tiene la ESO y así sucesivamente. En cambio, los analfabetos sólo pueden hacer el trabajo de su nivel educativo y no el de los niveles superiores. Dicho de otra manera: a mayores estudios, más categorías en las que puedes participar.

Por último, y con respecto al derecho a quejarse. Poniéndome utópico, e invocando esa solidaridad obrera que creo, por otra parte, inexistente (ya hablo de eso otro día): a pesar de que quejarse de lo mal que le van las cosas a uno sin mirar qué tal le va al de al lado sea deporte nacional, lo suyo sería que, puestos a quejarnos, todos peleáramos por mejorar las condiciones laborales y por disminuir la tasa de paro de todos los grupos, no sólo del nuestro, prestando especial atención a los grupos más desfavorecidos, ¿no?

Actualización del 26/01/2012:

Leo en Público algunos de los datos que me faltaban cuando escribí este articulo: uno de cada cuatro jovenes trabaja en algo que no requiere una titulación tan alta como la que tiene. La fuente que citan es un estudio del Instituto Internacional de Estudios sobre la Familia, The Family Watch, que se puede ver aquí.

Sueño de monos de Elena

Posted in Elena, Sueños, Uncategorized by thetuzaro on 12 diciembre 2011

Vamos con un sueño. Pero, esta vez, no soy yo el autor (si es que tal cosa puede decirse de un sueño) sino Elena. Hace ya unos pocos meses se despertó una mañana de domingo y me contó lo que había soñado. Yo tomé unas notas para tratar de convencerla de que escribiera el sueño, y que no pudiera poner la excusa de “no, si ya no me acuerdo casi”. Aún así, no fui capaz de conseguirlo. Varios meses más tarde, me he decidido a utilizar esas viejas notas y compartir su sueño con vosotros: el sueño de monos de Elena.

Y la historia comienza así. Elena, su madre y su tía-abuela, de nombre Paquita, están pasando una alegre tarde de domingo paseando por el zoológico. Han estado viendo a los elefantes y a las jirafas. Han estado también en la sala en la que se exponen los insectos y los reptiles. Ahora caminan por un caminito vallado que cruza un terreno parecido a una sabana.

Como llevan todo el día por ahí, a Paquita le está entrando hambre, e insiste en que quiere parar para comer algo. Elena trata de convencerla de que siga caminando, porque ella sabe que un poco más adelante hay un supermercado, el supermercado de la sabana, en el que pueden comparar unas peras. En cambio Conchi, la madre de Elena, dice que por qué esperar y caminar hasta allí, cuando puede, simplemente, coger las sabrosas peras que crecen en un arbol que está en la sabana.

“Mira, Paca, ¿por qué no mejor coges una pera de esas y te la vas comiendo?”, le dice la madre de Elena a Paquita. “¡Pero qué dices, mamá! ¿No te das cuenta de que eso no son peras, que son monos?”, les dijo Elena alarmada. “Tú cógela, callada la boca”, insistió, con mucha picardía, Conchi. Elena insistió en advertirles de que eran monos. Pero era tarde. Paquita ya se había acercado hasta el arbol, había arrancado una de las peras y le había dado un gran mordisco.

Justo en ese momento, Paquita se da cuenta de que lo que acaba de morder no es una pera, sino un mono, como ya le había advertido Elena. “Conchi, que la niña tenía razón. Que no es una pera, que es un mono. ¡Ay Dios mío!”, exclamaba Paquita, con el mono en la mano, tras darse cuenta de lo que había hecho.

Al pobre mono, que era cúbico y compacto, exactamente igual que los coches a los que se aplasta en los desguaces, se le notaba perfectamente la marca de los dientes de Paquita. Aún así, no sangraba ni nada. Pero claro, había que buscar una solución, había que buscar algo que hacer con el mono, había que arreglar el entuerto, o disimular, o algo.

Tras unos instantes de discusión, Conchi elaboró un plan infalible. “Tú déjalo ahí, que los que cuidan esto son funcionarios, y cuando vuelvan de cogerse la baja no se dan cuenta”. Y así, con las mismas, dejaron al pobre mono empezado, junto al arbol sobre el que estaba tranquilamente pasando la tarde del domingo, y se fueron las tres por un camino muy largo.

La proyección de Mercator vs la proyección de Gall-Peters

Posted in Columnas, General, Uncategorized by thetuzaro on 20 marzo 2011

Hace ya una buena cantidad de años, cuando yo aún estaba en el instituto (soy suficientemente viejo como para haber estudiado BUP, pero suficientemente joven como para haber sido uno de los últimos en hacerlo), hubo en España una fuerte campaña por parte de organizaciones no gubernamentales (ONG) de ayuda al desarrollo para que el 0.7% del Producto Interior Bruto se dedicara a la ayuda a países desfavorecidos. Entre los muchos actos que se realizaron en el marco de esta campaña recuerdo un coloquio de representantes de diversas ONG de ayuda al desarrollo en mi instituto. Uno de los ponentes denunció que el mapa del mundo que estamos acostumbrados a utilizar en los colegios e institutos, la proyección de Mercator, distorsiona intencionadamente el tamaño de los países desarrollados para hacerlos mucho más grandes y significativos que los países en vías de desarrollo, que aparecen comparativamente reducidos en tamaño. Esto provocó que el que era mi profesor de geografía protestara y se generara un debate del que, si no recuerdo mal, el representante de la ONG no salía muy bien parado.

No había vuelto a interesarme por el tema hasta que hace unos días alguien llamó mi atención sobre un grupo de Facebook que facilita documentales y textos denuncia, algunos más razonables y otros disparatados. Ojeando dicho grupo, encontré que alguien rescataba la polémica de los mapas, y decidí que podía ser una buena idea leer lo que dice la Wikipedia y alguna página más al respecto y escribir sobre este tema tan interesante. En este artículo explicaré en qué consisten ambas proyecciones. Primero la criticada proyección de Mercator, con sus ventajas e inconvenientes y el porqué de las críticas. Después la alternativa que se suele proponer por asociaciones de ayuda al desarrollo, por denunciantes y por polémicos: la proyección de Gall-Peters. Veremos las mejoras con respecto a la proyección de Mercator y si es la solución al problema. Al final del artículo, veremos qué otras alternativas hay a estas dos proyecciones.

La proyección de Mercator

Si cualquiera de nosotros cierra los ojos y piensa en un mapa del mundo, lo más probable es que lo que nos venga a la mente sea un mapa dibujado utilizando la proyección de Mercator. Sin duda ha sido, y sigue siendo, la forma más popular de dibujar la superficie de la Tierra en un papel. Esta proyección fue desarrollada por el cartógrafo y geógrafo flamenco Gerardus Mercator, que la presentó en el año 1569 con la intención de que fuera utilizada en la navegación marítima. Su principal ventaja es que las líneas de rumbo constante (es decir, líneas que forman un ángulo constante con los meridianos) son representadas con segmentos rectos. Sobre la superficie curvada de la Tierra eso no es así, de modo que la utilidad del mapa a la hora de recorrer grandes distancias en barco está clara.

Mapa del mundo según la proyección de Mercator. De Wikipedia.

La proyección de Mercator es lo que se conoce como una proyección cilíndrica. Explicado de una manera tan básica como poco precisa, para hacer una proyección cilíndrica de la superficie de la Tierra, tenemos que asumir que nuestro planeta tiene forma esférica, y situarlo dentro de un cilindro de papel que sea tangente al Ecuador. Una vez hecho esto, trazamos líneas rectas desde el centro de la Tierra en todas las direcciones. Cada línea atravesará la superficie de la Tierra en un punto. Si seguimos avanzando por dicha línea acabaremos topando con el cilindro. Así, cada punto de la superficie de la Tierra está representado por un punto en el cilindro.  Una vez que hemos terminado de dibujar, recortamos nuestro cilindro por el meridiano de longitud 180º (o por donde mejor nos apetezca) lo desdoblamos y ya tenemos nuestro mapa. Este proceso resulta inevitablemente en que la dimensión horizontal se va estirando paulatinamente según nos vamos separando del Ecuador, tanto que al llegar a las cercanías de los polos el mapa pierde toda su utilidad. De hecho, los polos ni siquiera puede ser representados. Si además queremos que los paralelos de nuestro mapa estén separados por una distancia determinada (por ejemplo, para que sean equidistantes entre sí), deberemos ajustar además la dimensión vertical.

Existe una amplia variedad de proyecciones cilíndricas sobre las que se introducen variaciones según diversos criterios, normalmente dependiendo de la utilidad que se le quiera dar al mapa. En el caso particular de la proyección de Mercator, la separación entre paralelos está ajustada de manera que, como decía más arriba, las líneas de rumbo constante o loxodrómicas se puedan representar como segmentos rectos. A pesar de resultar ventajoso para la navegación, el mapa de Mercator tardó en establecerse como estándar para los marinos por estar adelantado a su tiempo, y no fue hasta al siglo XVIII que se adoptó totalmente para su uso en la navegación, con la invención del cronómetro marino y con la determinación de la distribución espacial de la declinación magnética. No obstante, una vez que llegó a ese estatus, lo hizo para quedarse, y la enorme mayoría de las representaciones de la superficie de la Tierra que se encuentran en atlas, pósteres y libros de texto están aún hoy en día, basadas en esa proyección.

Como todos los mapas que tratan de representar la superficie de la Tierra, que es más o menos esférica, en un plano, el de Mercator tiene también sus inconvenientes. Según nos alejamos del Ecuador, tanto la dimensión horizontal como la vertical se van estirando paulatinamente, y el mapa se va deformando, de modo que comparar los tamaños de objetos situados cerca del Ecuador con objetos en latitudes altas puede llegar a ser muy engañoso. Por ejemplo, el mapa de Mercator representa a Groenlandia y a África más o menos del mismo tamaño, cuando en realidad África tiene una superficie 14 veces mayor que la de Groenlandia; Alaska también parece mayor que Brasil, pero en realidad es unas 5 veces más pequeña.

Con todo esto, la proyección de Mercator ha gozado de una enorme popularidad, quizá debido a que su forma rectangular la hace estética y conveniente a la hora de hacer pósteres con ella o colocarla en las páginas de un libro. Sin embargo, como decía al principio de este artículo, las distorsiones que provoca en los tamaños relativos de los continentes han provocado numerosas críticas más desde un punto de vista político que meramente cartográfico.

Las críticas al mapa de Mercator

En este mundo en que vivimos, los países más desarrollados y que manejan más dinero están situados bastante al norte del Ecuador, mientras que los países que están menos desarrollados se sitúan alrededor del Ecuador. Como hemos visto, cuanto más lejos del Ecuador nos situamos, más deformado está el mapa y más grandes aparecen los países. Así, los países más desarrollados están representados con un tamaño desproporcionadamente grande en comparación con los menos desarrollados, Además, esta deformación está hecha de una manera interesada. Esta visión fue popularizada por el historiador y periodista Arno Peters.  Haciendo las pocas búsquedas en Google en las que me baso para escribir esto resulta difícil diferenciar lo que dijera Arno de lo que dicen sus seguidores hoy en día. En cualquier caso, las críticas desde el punto de vista político y social al mapa de Mercator se suelen resumir en estos dos puntos. Primero, como señalé antes, los países desarrollados están representados con un tamaño proporcionalmente mayor que el que tienen, y esto está hecho de forma intencionada (o al menos se ha puesto intención en no corregirlo) para ningunear a los países pobres. Segundo,  y esto ya es algo que me cuesta más creer que fuera dicho originalmente por Peters, el mapa de Mercator da más peso al hemisferio norte que al sur, colocando la línea del Ecuador no en la mitad del mapa, sino un poco más abajo, de manera que el hemisferio norte ocupa 2/3 de la superficie del mapa, y el sur 1/3.

Sobre la primera de la alegaciones, ya hemos visto que no se trata de nada intencionado, sino de una consecuencia directa del método empleado para confeccionar el mapa. No es una cuestión de racismo, como se llega a decir por ahí, sino de la técnica empleada para la construcción del mapa. De hecho, si los países en vías de desarrollo no estuvieran cerca del Ecuador, sino en el Hemisferio Sur, su tamaño sería más fácilmente comparable al de los países desarrollados (y viceversa). Además de esto,  hay algunas cuestiones más que son interesantes con respecto a esta crítica. Por ejemplo, ¿qué pasa con países como Australia, que están desarrollados, pero aparecen más pequeños de lo que debieran? ¿Qué pasa con los países de Oriente Medio o Asia, como Kazajistán, Mongolia o si me apuras hasta Afganistán, que están representados más grandes de lo que debieran?

En cuanto a la segunda de las alegaciones, un rápido vistazo al mapa de Mercator que puse un poco más arriba basta para ver que es, directamente, falsa. Si hacemos una rápida búsqueda de los términos «proyección Mercator» en Google imágenes, podemos aclarar un poco más este asunto. De las veinte primeras imágenes del mapa de Mercator que me salieron a mí, once mostraban el mapa de Mercator tal y como aparece en la imagen superior, y nueve mostraban el mapa de Mercator con el Ecuador situado por debajo del centro de la imagen. En estas últimas lo que ocurre es que se ha eliminado la Antártida y parte del océano hasta la altura de la parte más meridional de América del Sur. Supongo que es sólo que se intenta representar la parte habitada de la Tierra. Es decir, son mapas incompletos, no es que la proyección de Mercator sea tendenciosa ni racista.

En cualquier caso, Arno Peters no se limitó a las críticas y propuso una alternativa que a su parecer representaba más equitativamente a todos los continentes: el mapa de Gall-Peters.

Proyección de Gall-Peters

Para empezar, es necesario aclarar por qué el mapa que popularizó Peters en los años setenta del siglo pasado se llama mapa de Gall-Peters. Aparentemente, Arno Peters llegó por su cuenta en 1967 al mismo mapa que había presentado en 1885 frente a la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia el clérigo escocés James Gall. Aunque se le suele llamar con el nombre de uno u otro de los autores según el propósito que se busque, la denominación Gall-Peters parece ser la dominante, y parece más justa también.

Mapa del mundo según la proyección de Gall-Peters

La proyección de Gall-Peters es también una proyección cilíndrica, con todos los problemas que indiqué anteriormente que tienen estas proyecciones.  La ventaja que tiene la proyección de Gall-Peters es que es una proyección que conserva las áreas. Esto quiere decir que la dimensión vertical del mapa se estira o encoge de una manera particular para conseguir que el área de los objetos se conserve, a costa de producir una fuerte distorsión en la forma de los continentes.  Así, se pueden comparar tamaños de objetos distantes entre sí tan bien como si estuviéramos mirando en el globo. Aparentemente, cuando Gall propuso esta proyección por vez primera, no alcanzó una enorme popularidad que digamos. En cambio, Arno Peters tuvo más suerte y logró incluso que la ONU adoptara su proyección. Este éxito fue, como ya se ha dicho, más debido a cuestiones políticas y sociales que a méritos cartográficos. Es decir, que ahora sí que se pueden comparar directamente los tamaños de países desarrollados con los de países en vías de desarrollo. Esta mapa alcanzó una enorme popularidad en los años setenta del siglo pasado y, de hecho, suele ser el utilizado por grupos religiosos o de ayuda al desarrollo.

Por supuesto, la proyección de Peters también tiene sus desventajas. Se puede considerar una alternativa a la proyección de Mercator, pero, desde luego, no es la solución. Al ser una proyección cilíndrica, produce una deformación de los continentes a medida que cambiamos de latitud. En este caso particular, esta distorsión ocurre al alejarnos de las latitudes 45º N y 45º S. Conviene ver la indicatriz de Tissot de este mapa para hacerse una idea de dicha deformación. Se ha dicho de esta proyección que «recuerda vagamente a unos calzoncillos de invierno húmedos y andrajosos colgados a secar del Círculo Polar Ártico». También que «no es mejor que cualquiera de los mapas que se han utilizado en los últimos 400 años».

Al parecer, la comunidad cartográfica, con toda la polémica, se hartó de que se considerara que la proyección de Gall-Peters era la solución al problema y una representación fiel del mapa mundial. En 1989 siete asociaciones cartográficas profesionales americanas (entre otras la American Cartographic Association, el National Council for Geographic Education, la Association of American Geographers, y la National Geographic Society) publicaron una propuesta que aconsejaba abandonar en la medida de lo posible cualquier representación cilíndrica (traduzco):

EN TANTO QUE, la tierra es redonda con un sistema de coordenadas compuesto enteramente por círculos, y

EN TANTO QUE, los mapas planos del mundo son más útiles que los globos terráqueos, pero aplanar la superficie del globo necesariamente provoca grandes cambios en la apariencia de los rasgos de la Tierra y sus sistemas de coordenadas, y

EN TANTO QUE, los mapas del mundo tienen un poderoso y duradero efecto en la impresión popular de las formas y los tamaños de las tierras y los mares, su disposición y la naturaleza del sistema de coordenadas, y

EN TANTO QUE, ver frecuentemente un mapa distorsionado tiende a hacerlo «parecer correcto»,

POR TANTO, exhortamos a los editores de libros y mapas, los medios de comunicación y las agencias gubernamentales a que dejen de utilizar mapas del mundo rectangulares para propósitos generales y exhibiciones artísticas. Dichos mapas promueven concepciones seriamente erróneas mediante la distorsión severa de grandes secciones del mundo, mostrado la Tierra redonda como si tuviera bordes rectos y esquinas afiladas, representando la mayoría de las distancias y rutas directas de un modo incorrecto, y representando el sistema de coordenadas circular como una red cuadrada. El mapa del mundo rectangular más extendido es el de Mercator (que es, en realidad, un diagrama de navegación diseñado para cartas de navegación), pero otros mapas rectangulares del mundo que han sido propuestos como reemplazos del mapa de Mercator también muestran una imagen enormemente distorsionada de la Tierra esférica.

Pero si la proyección de Mercator no es buena del todo, ni la de Gall-Peters tampoco, ¿cómo hacemos para dibujar el mapa del mundo en un papel plano?

Alternativas a las proyecciones cilíndricas: soluciones de compromiso

Debería quedar claro a estas alturas que no se puede hacer un mapa rectangular del mundo en el que tanto los tamaños como las formas se conserven. ¿Qué hacer? Una buena solución es quedarse en el medio, ni una cosa ni la otra: hacer mapas que busquen una solución de compromiso entre ambos extremos, que den una imagen más o menos fidedigna de la forma de los continentes, y que al mismo tiempo sirvan para, más o menos, comparar los tamaños.

Mapa del mundo según la proyección de Winkel-Tripel. De Wikipedia.

Tres son los ejemplos de soluciones de compromiso que menciona Matt T. Rosenberg en su artículo Peters Projection vs. Mercator Projection. Primero, la de Van der Grinten, adoptada por la National Geographic Society (NGS) desde 1922 hasta 1988. Esta proyección sobre un círculo no conserva la forma ni tampoco las áreas, aunque supone un avance en el sentido de que ayuda a olvidar esa representación de la Tierra como un rectángulo, que, al fin y al cabo, es el origen de todo el problema. En 1988 la NGS adoptó la proyección de Robinson. Esta proyección tampoco conserva ni el área ni la forma, en el intento de buscar un compromiso entre ambas opciones. En este caso, los polos están estirados formando líneas en lugar de puntos como en el anterior caso. Desde 1998 hasta la actualidad, la NGS utiliza la proyección de Winkel-Tripel. Por tanto, se podría decir que ésta es la mejor manera, hoy por hoy, de representar todo el mundo en un solo mapa plano, con propósitos generales. Desde luego que existen muchísimas más proyecciones que, si bien no sirven para dar una imagen fidedigna del mundo entero, sí que cumplen propósitos más concretos.

En resumidas cuentas, puede ser que nos encontremos ante otra de tantas polémicas estériles en las que se intenta ver una mano negra que no sólo oprime a los más desfavorecidos, sino que, además, los humilla y ningunea. La proyección de Mercator no es una fiel representación del mundo, pero la de Gall-Peters tampoco. Lo positivo de la polémica de Peters quizá sea que provoca la curiosidad de saber cómo se hacen los mapas y por qué tienen esos errores y distorsiones. Lo negativo es que hace pensar que hay una mano negra que deforma los mapas a propósito, algo que ya hemos visto que no es cierto.

El sueño de la electricidad prepago

Posted in Sueños, Uncategorized by thetuzaro on 6 marzo 2011

Hace bastante tiempo que no escribía ninguno de mis sueños, y la principal razón era que nunca tenía un recuerdo suficientemente claro de un sueño suficientemente largo como para poder escribirlo. Esta semana ha cambiado mi suerte y, como Alfonso va a cerrar por derribo el MMAMM, que era donde los solía publicar, voy a contarlo aquí.  Se trata del sueño de la electricidad prepago.

Antes de empezar, es importante que sepáis que el piso en el que vivimos actualmente en el Reino Unido no tiene un contador de energía eléctrica como los que estamos acostumbrados en España. Es decir, no tengo un aparatito que indique cuánta energía he consumido, y que un operario de la compañía eléctrica lea para mandarme periódicamente la factura correspondiente. En nuestro caso, el aparatito indica cuánta energía eléctrica, en libras, nos queda para gastar. Es decir, que la pagamos por adelantado, como el saldo de los teléfonos móviles. Para recargar nuestra reserva de energía, tenemos que ir a un supermercado con una especie de llave electrónica, que es una pieza longitudinal de plástico con un chip en la punta, y comprar electricidad. En el supermercado introducen en la llave la información de cuánta electricidad hemos comprado, después nosotros introducimos la llave en el contador de la luz, y se nos actualiza el saldo. Aunque parezca mentira, aún no he empezado a contar el sueño: esto es real.

Soñaba yo el otro día que caminaba de noche, por alguna calle de Alcalá, buscando un bar. En mi mano la dichosa llavecita de la luz y un papelito con una dirección. Mi misión era simple: tenía que aprovechar un viaje a España para hacerle un favor a alguien y llevarle electricidad al dueño de un bar, que también tenía sistema eléctrico prepago, el pobre, y que no encontraba dónde recargarlo en España. Desgraciadamente no recuerdo el nombre del bar, pero teniendo en cuenta cómo suelen ser los sueños, seguro que era alguna chorrada de tomo y lomo.

Por fin llegué a la dirección del bar y, al entrar, me sale al paso una mujer latinoamericana que trabajaba allí. Le explico, «mira, que traigo la llave con la luz que me encargaron». Pero la mujer me mira con cara de estar pensando «¿quién es este marciano y qué me está contando de una ‘llave de luz’?». «Aquí no tenemos electricidad prepago, tenemos un contador normal y corriente», me confirma. Cuando le pregunto si no es ése, acaso, el bar X, me dice que no, que el bar X está justo en la acera de enfrente. Así que hacia allí me dirijo y me encuentro un bar vacío, en el que el camarero estaba solo en la barra, con la clásica vestimenta de camarero español: pantalón negro y camisa blanca. Por la puerta de la cocina se podía ver a la cocinera, que se asomaba para dar palique al camarero.

Afortunadamente, este hombre sí sabía de lo que le estaba hablando. De hecho me estaba esperando impaciente: sólo gente que viniera del Reino Unido podía llevarle electricidad, con lo que para él era un bien escasísimo. Antes de recargar su contador, decidimos que lo mejor era saldar las deudas puesto que yo había pagado la recarga, que ascendía a 35 libras de luz y luego 12 libras más que ahora mismo no recuerdo por qué eran, pero debían ser algún impuesto o algo. Se dirige el camarero a la caja, y empieza a sacar billetes y… no tiene suficiente dinero en metálico. Así, me dice: «mira, no tengo suficiente dinero en metálico para pagarte ahora, pero hacemos una cosa: te doy todo este dinero que tengo en la caja, y las 12 libras que faltan te las pago en filetes de lomo». Ipso facto, me da un plato con una pechuga de pollo entera a la plancha, diciéndome: «aquí tienes un trozo de lomo. De aquí se sacan doce filetes, con lo que la deuda está saldada». A mí, en principio no me parece mal, pero como tengo hambre, me meto la pechuga entera en la boca y me doy cuenta de lo pequeña que es realmente: «ya me ha tangado este cabrón, de puta madre», pienso para mis adentros.

El siguiente paso era recargar su contador de la luz, que estaba situado en la pared trasera del bar, junto a una carretera. Allí, a la luz azulada y tenue de una farola, abre el camarero el cajetín e introduce la llave en el contador, con tan mala suerte que la llave no encaja bien, y a base de hacer el animal para meterla, acaba partiéndola. Otra alegría más para mí, que no solo pierdo dinero por hacerle el favor a este tipo, sino que además rompe la llave de la luz, con lo que vete tú a saber si podré recargar yo mi propio contador en el futuro. Y lo que es peor: ahora me mudo de casa y en la agencia no me van a devolver parte de la fianza por culpa de este desgraciado.

Muchos de los sueños que he publicado antes acaban conmigo tomando una cerveza en algún bar, pero en este caso no fue así. No me podía quedar más tiempo a hacerle negocio a este tipo, que bastantes pérdidas me habia causado ya. Vamos, que no me hubiera quedado ni aunque me invitara él.

Pero, ¿pensamiento crítico es pensar por uno mismo?

Posted in Lecturas y reflexiones, Uncategorized by thetuzaro on 12 diciembre 2010

En el edificio donde trabajo, en la Universidad de Bristol, hay una salita para tomar el café y para hacer reuniones de corte informal donde suelo comer a veces. Los días que no coincido con ningún compañero, suelo ojear algún ejemplar de Times Higher Education (THE),  un semanario sobre la educación superior en el Reino Unido al que alguien, no sé si algún particular o la propia escuela como institución, está suscrito. Siempre hay un montón bastante grande de números relativamente recientes y a veces se incluyen artículos y reportajes interesantes.

Hace unas semanas leí uno titulado Achieving critical mass [1] (Adquiriendo masa crítica) en el que la autora, Linda Elder, señalaba la importancia del pensamiento crítico como pieza clave en la educación universitaria y en el desempeño que de sus labores hagan los futuros titulados. En este artículo se señalan los pasos que, en la opinión de la autora, se deben seguir para incluir el pensamiento crítico de una manera efectiva en el temario de las titulaciones universitarias. En algún punto al principio del artículo del THE se daba una definición de pensamiento crítico [2] que me hizo pensar en qué suele creer la gente que es pensar críticamente. Esta definición es la que me mueve a escribir esto hoy.

Desde bastante jóvenes y, en particular, durante la adolescencia se nos trata de hacer ver, sobre todo durante la educación secundaria, que el pensamiento crítico es algo fundamental. Esencialmente, el pensamiento crítico es algo que nos dará la madruez intelectual. Supongo que todos recordaréis vuestros años en el instituto (y los que seáis de adolescencia tardía, también unos pocos años después) en los que esta forma de pensar, críticamente, aparecía en bastantes conversaciones, en una época en la que se están definiendo en la persona la pertenencia a tribus urbanas y la comunión con ideologías políticas. En esos años se le da mucha importancia a la capacidad de pensar críticamente que pueda tener una persona a la hora de valorar nuestra relación con ella.

Sin embargo, recuerdo que en dichas conversaciones, la definición de pensamiento crítico iba siempre acompañada del concepto de «pensar por uno mismo», que creo que no es del todo acertado. Por una parte, se puede intepretar esto de «pensar por uno mismo» como un ataque al argumento de autoridad. Es decir: «que tal cosa la diga Agamenón no implica que sea verdad: yo, que sé pensar por mí mismo, no me lo creo». Eso está bien: algo no tiene por qué ser verdad simplemente porque alguien importante e influyente lo diga. En mi opinión (y también en la definición de la nota [1]), es propio de alguien con pensamiento crítico analizar las pruebas a favor y en contra de determinada hipótesis antes de decidir si uno se la cree o no.

Claro, que esta máxima del «pensar por uno mismo» también se puede llevar al otro extremo, y pasar de creer cualquier cosa que salga por la boca de alguien con suficiente autoridad, a tomar como verdadero todo lo que hayamos pensado por nosotros mismos, solo por el hecho de que lo hayamos pensado por nosotros mismos. Así, de aquello de «eso es así porque lo dice don Sansón Carrasco, que fue bachiller en Salamanca», podemos pasar a «por mucho que lo digan en el cole yo no me creo que los átomos estén formados por neutrones, protones y electrones: pensando por mí mismo, he llegado a la conclusión de que están hechos de luz, energía y amor» [3]. El pensamiento crítico tiene que valer para diferenciar lo real de la fantasía, la verdad del engaño. De nuevo, no es suficente con pensar por uno mismo, sino que es necesario, como decía arriba, evaluar las hipótesis en función de las pruebas que las avalen.

En numerosas ocasiones, rechazamos determinadas ideas porque, tras «pensarlo por nosotros mismos», nos damos cuenta de que chocan con nuestras propias ideas. Y es que la definición de pensamiento crítico tiene que incluir algo más que no vi en el artículo del THE, que es la voluntad de cambiar de opinión, de abandonar nuestas creencias, en caso de que comprobemos que las pruebas están en su contra y que desmuestran que otra hipótesis (muchas veces, la hipótesis contraria) es la correcta.  Esto es quizá lo más complicado: darnos cuenta de que estábamos equivocados en algo (y lo que es peor: reconocerlo). Y mucho más difícil si nuestra hipótesis inicial la habíamos «pensado por nosotros mismos», claro. Ésta es, en mi opinión, la segunda pieza fundamental del pensamiento crítico: tener la capacidad de abandonar las opiniones propias, que durante tanto tiempo hemos atesorado, en caso de que la evidencia demuestre que estábamos equivocados. No se puede ser un forofo del pensamiento.

NOTAS:

[1] Por cierto, que más tarde se publicó una repuesta a este artículo que, el que tenga interés, puede consultar aquí: Sounds familiar…

[2] Cita a Edward Glaser, autor según el artículo del primer estudio oficial osbre pensamiento crítico, hace 70 años. Según la definición de Glaser, el pensamiento crítico «exige un esfuerzo persistente en examinar cualquier creencia o supuesta forma de conocimiento a la luz de las pruebas en su favor y de las conclusiones que implique».

[3] Un ejemplo especial de este tipo de «pensamiento por uno mismo» es el siguiente: «yo no me creo que el hombre y el mono vengan de un mismo ancestro común por mucho que lo digan lo supuestos expertos: yo he pensado por mí mismo y no me lo creo. Así que, pensando por mí mismo (y siguiendo la doctrina de otra autoridad diferente) el hombre tiene que estar creado por Dios a su imagen y semejanza. Eso sí, la parte entre paréntesis no se suele oir.

A estrenar el año

Posted in Uncategorized by thetuzaro on 9 enero 2010

Hola a todos:

Tengo esto bastanta abandonado con la tesis el trabajo, las vacaciones y con no saber muy bien de qué hablar. Pero me estaba dando una vuelta por Internet (que si el Facebook, que si en Tuenti, que si el Fotolog…) y me ha apetecido entrar aquí a escribir algo aunque sólo sea por hacer gasto. Además así aprovecho para felicitar el año a los que me leeis.

Y eso es todo, que me acabo de levantar de la siesta y tengo bastante empane.

PD: Si os fijáis en el enlace a esta entrada del blog, veréis que se presta a hacer chistecillos picantones.

Hombres, mujeres y centros comerciales

Posted in Cosas mías, Uncategorized by thetuzaro on 29 noviembre 2009

Una de las cosas que menos me gusta hacer es ir de compras. Lo considero una necesidad desagradable, algo que tienes que hacer a veces porque no queda más remedio, pero que es necesario, como sacar la basura una noche fría de invierno, cuando ya estás calentito en el sofá después de cenar. Pero a veces es necesario. Necesitas ropa, y tienes que ir a comprar.

Ayer era Elena la que tenía que comprar ropa, y yo le acompañé. En el rato que ella estuvo disfrutando entre percheros y mirando trapitos, yo me paseaba lentamente por las tiendas, con las manos unidas tras mi espalda: un gesto que minutos más tarde observé que era común entre los acompañantes del sexo masculino que se encontraban en ese centro comercial. Me dio tiempo para pensar mucho en la actitud que tomamos los hombres y las mujeres en los centros comerciales.

Observé que, mientras nuestras parejas hacían sus compras, los hombres nos paseábamos en la actitud que he mencionado más arriba: paso muy lento, las manos a la espalda y la mirada perdida entre los trapitos, distrayéndonos con cualquier detalle que captar nuestra atención. Algunos miraban el techo y los sistemas de extinción de incendios, otros le dedicaban miradas furtivas a las clientas, otros ya sólo se miraban los pies…

En un momento de la tarde, Elena entró a un probador para probarse un par de prendas que había seleccionado. Entré con ella el probador, y allí estuve hasta que me riñó una de las dependientas: «¡sólo una persona por probador!» (por algún motivo que no comprendo: al fin y al cabo ésa es la mejor manera de ver cómo le queda lo que se está probando). Pedí las correspondientes disculpas y salí. Me coloqué frente a la puerta del probador, apoyado en la pared y mirando a la puerta, esperando a que Elena saliera. Levanté la vista, y observé que, en el mismo pasillo, estábamos tres hombres en la misma situación: esperando a que nuestras mujeres salieran de los pequeños habitáculos. Me recordaba a las escenas de las películas en las que unos padres nerviosos esperan fumando a chorros a que sus mujeres den a luz en el paritorio y, al final, sale una enfermera y les dice: «ha sido un niño». Igual que un paritorio, esperando. Me preguntaba si la gente detractora de los partos en los hospitales y que prefieren alumbrar a sus bebés en sus camas, y que suelen calificar al parto en un hospital de poco humano, considerarán que los paritorios son algo parecido a lo que yo estaba viviendo en el probador.

Y es que los centros comerciales, asumámoslo, no están ni preparados ni diseñados para los hombres. En ese mismo centro, hace un par de años, lo pude comprobar en mis propias carnes, una mañana con Elena. Después de realizar nuestros recados, nos encaminamos a tomar una cerveza en uno de los bares que hay en el centro comercial, que me habían dicho que eran bonitos y elegantes. Nos sentamos en lo que yo pensaba que era una terraza vacía de un bar. Que yo estaba bien equivocado lo pude comprobar en cuanto nos sentamos en una mesa y Elena me espetó: «¿Sabes cómo funciona?». Qué tontería, claro que sé como funciona. Cómo no voy a saber cómo funciona un bar. Vamos a ver, es un bar, he estado en unos cuantos.

Pues no, no lo sabia. El procedimiento era enrevesado: te sientas en una mesa, coges un papel que te dan y en él escribes tu nombre y marcas el aperitivo que quieres comer. Luego te levantas y te vas a la barra, donde una camarera borde te toma el pedido, le das el papel y de dices qué quieres beber. Te cobran, te dan tu bebida y te sientas. Al cabo de un rato te llaman por megafonía (sí, sí, por megafonía) para que te levantes a recoger tu aperitivo. ¿Pero qué mierda es ésa?

Pensé que eso estaba pensado para las mujeres y para que los hombres no pudieran comprenderlo y se sintieran perdidos. Las mujeres van más a los centros comerciales y se aprenden esos trucos extraños y, cuando vuelven con sus parejas, ya se lo saben, y nosotros nos quedamos con cara de tontos. Que mi hipótesis era correcta lo pude comprobar en unos minutos, cuando dos mujeres que venían con sus cientos de bolsas de cartón de comprar trapitos se sentaron e iniciaron el procedimiento con total naturalidad. En cambio, al cabo de otro rato, un pobre marido descarriado que venía huyendo de las tiendas se sentó en una silla y empezó a esperar y esperar a que vinieran a atenderle. Pobre. Al final tuvieron que salir las camareras a rescatarle. ¿Se pensaba usted que esto era un bar, eh? Inocente.

En definitiva, no están hecho los centros comerciales para nosotros, o nosotros para ellos. Menos mal que hay algunos en los que, además de las tiendas de ropitas, hay algún supermercado en el que se puede aprovechar el tiempo para hacer la compra y llenar la despensa. Menos mal.